Descripción enviada por el equipo del proyecto. Dos cajas en el aire
El parque tecnológico de Vitoria coloniza una parte de esa naturaleza que se aleja de la ciudad. Pese a que sus normas urbanísticas dicen saberlo, la calidad del lugar y su fuerte pendiente cuestionan dónde construir. Decidimos abandonar el plano del suelo, para alcanzar un nuevo lugar que se aloja en el azul del cielo. Sobre la inclinación de la ladera se elevan dos cajas de aire. Subidas a hombros de una estructura hecha arquitectura, marcan un nuevo plano. Un nuevo lugar signado por el tiempo de la novedad de este centro de investigación. Indagamos pues, nuevas formas de acceder a nuevos lugares. El nuestro se logra en una nueva cota, determinada por una estructura cuadrúpeda y colorida. En este nuevo lugar, y sobre aquella estructura, habitan dos cajas de hormigón. Su estructura logra ocupar aquel nuevo lugar. Su totalidad en permanente vuelo, desvela una nueva gravedad.
Anatomías cuadrúpedas
La estructura metálica que eleva las cajas en el aire es una estructura de anatomía cuadrúpeda. Sus dos únicos elementos horizontales forman una cruceta que se inscribe en la planta cuadrada de cada una de las cajas, de doce y trece metros de lado. Son dos vigas de perfil IPE 500 sobre las que se apoya la base de la caja, evitando cualquier trabazón con ella. La estructura es pues, de forma voluntaria, visible en su totalidad. Al extremo de dos vigas se le unen cuatro elementos verticales, que se convierten en las patas de aquella anatomía cuadrúpeda. Un perfil HEM 200 de la misma anchura que la viga IPE logra la continuidad de una estructura horizontal y vertical, que se piensa como un único elemento. Sus diferentes longitudes quedan determinadas por la diferencia de altura del plano de las cajas respecto a la topografía de un lugar, que se decidió no tocar. Cada una de las estructuras cuadrúpedas se pinta de un rojo intenso. El color y su autónoma geometría pretenden trascender su origen estructural en nueva arquitectura.
La estructura de la caja
Sobre la anatomía cuadrúpeda, que evita la ocupación de la naturaleza, se apoyan sendas cajas de hormigón. Para que ello suceda, la caja se piensa como una segunda estructura, que cambia paredes por vigas y techos por dobles losas. Las caras verticales de la caja son vigas cuyo canto coincide con su altura. En cada uno de sus vanos se abre un único hueco, definido por las dimensiones máximas que permite el esfuerzo de la viga. Su cara horizontal, se convierte en una doble losa armada. El haz y envés de estas cajas, suman una nueva gravedad. Al exterior, el hormigón que lo construye como estructura es visible en todas sus caras. En su interior, se reviste de placas de cartón yeso. Su blancura dota al intradós del muro de una materialidad proporcional a la anatomía cuadrúpeda que la soporta. Una materialidad que quiere hacer pensar al que la mira, que surge de una sencilla manipulación. Casi hecha con las manos. La carpintería, dibujada en un solo trazo, se oculta entre ambas hojas. Su desaparición colabora a la lectura simultánea de aquel haz y envés. La suficiente separación de ambas hojas en el muro y la doble losa en el plano horizontal, permiten tejer en su interior una densa red de fontanería, electricidad, voz y datos. Esta red vertical y horizontal, resuelve una necesaria flexibilidad para la continua transformación que necesita el laboratorio como forma de trabajo e investigación.